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Historias de Migrantes Ecuatorianos

Noticias para migrantes Ecuatorianos El físico que quería ser yogi y buena gente – Diario La Hora

Migrante Ecuatoriano

Migrante Ecuatoriano es un periódico digital en español que comunica las noticias más relevantes de Ecuador dirigido para los Migrantes ecuatorianos en el extranjero. Además brindamos un contenido curado de noticias relevantes en varios medios de comunicación a nivel mundial que busca señalar tendencias y oportunidades, nuestro propósito es la generación de un contenido de opinión e informativo.


Santiago Gangotena, fundador y exrector de la Universidad San Francisco de Quito, falleció ayer. Polifacético y polémico, deja un legado que se extiende por todos los ámbitos de la sociedad ecuatoriana. 

En 1988, en medio de una de las épocas más arduas de la historia del país, Santiago Gangotena decidió jugársela por aquello en lo que más creía: la educación. Junto con un pequeño grupo de académicos ecuatorianos —brillantes y díscolos, como él— echaron a andar la Universidad San Francisco de Quito. El proyecto arrancó sin permisos legales, con poquísimos recursos y bajo un mar de críticas y advertencias sombrías, pero Gangotena estaba acostumbrado a ello. A lo largo de su vida había aprendido que buscar hacer perfectamente las cosas equivalía a no hacerlas jamás y que, en Ecuador, los soñadores estaban condenados a la informalidad. Sin embargo, creía también que lo verdaderamente determinante, lo único, era el capital humano y que mientras se contara con ello, el resto vendría por añadidura. Buscó, desde un inicio, con su contagioso entusiasmo, atraer a los profesores y estudiantes más talentosos del país.  

Excéntrico y patriota 

La fundación de la USFQ constituyó para Gangotena la culminación de una búsqueda que lo había llevado por diferentes países y disciplinas. Formado en el Colegio Americano, en el seno de una familia de intelectuales y en el aislacionista Ecuador prepetrolero, partió a estudiar a Estados Unidos a inicios de los sesenta. Intelectualmente curioso pero aún sin una vocación clara, optó por la que en aquel entonces era una disciplina prestigiosa y en auge: la física. Dicha carrera lo llevaría por diferentes lugares de Estados Unidos y lograría incluso un Ph. D. en física nuclear, pero nunca dejaría de cultivar otros ámbitos que lo apasionaban. Fiel al espíritu del lugar y de la época, se dedicó al estudio de la filosofía oriental —el yoga, el budismo, el taoísmo— y siempre preferiría, antes que cualquier ética ideológica o título académico, el calificativo de ‘yogi’, en su acepción más original: la de quien busca conciliar y administrar correctamente mente, cuerpo y espíritu. Su estudio de la historia, la filosofía y la economía, en el contexto de las guerras culturales de aquel entonces, lo llevó a abrazar tempranamente los principios libertarios —el respeto irrestricto a la vida, integridad, propiedad y libertad de los ciudadanos, mantenido por un Estado limitado a su mínima expresión—. En consonancia con todo ello, disfrutaba de idear y comerciar nuevas ideas y productos, aquello que luego empezaría a llamarse ‘emprendimiento’: ya fuese vendiendo tacos y camisetas en sus tiempos de estudiante, montando agencias de publicidad y revistas, escribiendo libros o poniendo restaurantes, encontraba en los desafíos de la vida empresarial y en las relaciones humanas que conllevaban un combustible inagotable para su entusiasmo. 

Tenía 43 años para cuando se decidió por crear la universidad. Había regresado a Ecuador tras varios lustros afuera, con la firme voluntad de contribuir al país, pero la coyuntura social y política de aquel entonces estaba marcada por la incertidumbre. Pasó brevemente por la selecta función pública, en la Comisión Atómica, pero la burocracia le resultó exasperante. Sin embargo, como profesor en la Escuela Politécnica Nacional alcanzó a ver tanto las inmensas dificultades y obstáculos que enfrentaba la educación superior en el país, como el inmenso potencial y talento de sus jóvenes compatriotas. Se puso a trabajar en el proyecto de la USFQ y en convencer a que otros se sumaran a él. Cuando arrancaron, finalmente, en 1988, era ilegal poner una universidad privada en Ecuador, pero tanto estudiantes como profesores convinieron en que no les importaba el reconocimiento del Estado, en tanto pudiesen educarse bien y en libertad. 

Libertad ante todo

Por medio de la USFQ, Gangotena buscaba introducir en Ecuador el currículum de Artes Liberales que primaba en la educación anglosajona, en el que los estudiantes estaban expuestos a diferentes disciplinas, artes y puntos de vista. Juzgaba que la especialización prematura y excesiva era uno de los peores escollos que enfrentaba la educación ecuatoriana, sobre todo cuando el precario desarrollo del país requería profesionales versátiles y creativos. Pensaba también que el país necesitaba romper con su tradicional aislamiento. Construyó para ello, desde un inicio, abundantes alianzas con universidades extranjeras y buscó atraer a estudiantes y profesores de otros países. Fue también de los pioneros en tender puentes de entendimiento —comerciales y educativos— con Asia, mucho antes de que China e India resurgieran como potencias. Creyente en la meritocracia, instituyó un ambicioso plan de becas para miembros de minorías étnicas en el país y financió estudios de cuarto y quinto nivel de numerosos profesores y empleados. Incluso cuando, con el paso de los años y empujada por el prestigio que había adquirido, la USFQ fue reconocida por el Estado, se negó a que esta recibiera la asignación de dinero público que legalmente le correspondía; juzgaba que ello sería incoherente con los principios bajo los que esta se había fundado.  

La USFQ abrió la puerta para la universidad privada en el país y para otras instituciones que buscarían emular el modelo de Artes Liberales. Asimismo, su impacto en la sociedad ecuatoriana fue inmensa. Más allá de ideologías o tendencias, o de cuan distantes sean estas de aquellas que profesaba Gangotena, los graduados o ex catedráticos de dicha universidad se encuentran presentes en los principales ámbitos de la política, el mundo empresarial, las artes y las ciencias del país. 

Por su historia personal, su tipo de formación intelectual y sus convicciones, Gangotena era dueño de un comportamiento que muchas veces resultaba polémico en el medio. Empleaba el lenguaje y exponía sus ideas sin malabares ni sutilezas, olvidando que no siempre sus interlocutores tenían su misma lógica de físico ni su control emocional de yogi. Sin embargo, así como reclamaba para sí la más absoluta libertad de expresión, exigía también, a rajatabla, que se la respetara para todos en su entorno.   

La revancha

Tras pasar toda su juventud y su vida adulta desafiando al sistema, sufrió al final de su vida el despiadado contragolpe de este. Llegó un nuevo régimen que profesaba ideas diametralmente opuestas a la suya —aunque, paradójicamente, su líder había estudiado su doctorado gracias a las gestiones y el financiamiento de la USFQ, y muchos de sus principales cuadros estudiaron, enseñaron o se conocieron allí— y que lo tenía bajo la mira. Gangotena podría haberse beneficiado muchísimo, tanto él como la universidad, de un conveniente acercamiento a dicho gobierno, tal y como tantas otras empresas y grupos económicos lo hicieron; sin embargo, aferrándose a su lineal sentido de la coherencia, optó por mantenerse fiel a sus convicciones y jamás arreció en sus críticas a un régimen y una ideología que consideraba que condenaban al país a la miseria, la violencia y la esclavitud. La Ley Orgánica de Educación Superior, aprobada en 2010, significó, en muchos sentidos, el fin del proyecto original que Gangotena había concebido e incluía muchísimas disposiciones ‘con dedicatoria’ hacia él y su creación. Además de las reformas impuestas al currículum y a la organización misma de la universidad, Gangotena se vio obligado legalmente, al cabo de un tiempo, a dar un paso al costado como autoridad de dicha institución. 

En una entrevista hace más de dos décadas, afirmó que quisiera que en su lápida rezara “aquí yace un ‘yogi’ buena gente; muerto ya, ¿para qué?”. Nunca se defendió con suficiente vehemencia de todos los ataques que sufrió en vida porque creía que sus obras hablaban más que sus palabras y que todo lo que decía —por más que fuera malinterpretado— partía siempre de una intención bondadosa, lo que para él era “ser buena gente”. Como sucede con los pioneros, las ideas que profesó siempre fueron excéntricas en un inicio, pero cobraron fuerza con el paso del tiempo. Ahora, el país podrá reflexionar con mayor serenidad sobre su legado (DM).  

 



Link original publicado el Diario el Mercurio

VIDA DEL MIGRANTE ECUATORIANO

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